La historia de Can Papiol
Can Papiol es mucho más que una casa, es el símbolo de todo un linaje familiar. Tras su austera fachada neoclásica se ocultan opulentos salones decorados con todo lujo de detalles, que en su momento acogieron a la flor y nata de la alta sociedad local.
La familia se trasladó a la casa en 1801: Maria Càndida Padró i Argullol (1726-1804), viuda de Lluís de Papiol i Martí (1724-1791), y sus hijos, entre los cuales el heredero Francesc de Papiol i Padró (1751-1817). Al morir este sin descendencia (1817), sus sobrinos se convirtieron en los herederos del casal. Las siguientes generaciones vivieron hasta 1959 bajo el apellido de Rubinat primero, y Torrents después, hasta que en 1959 la Diputación de Barcelona adquirió el inmueble y lo convirtió en museo. Fue inaugurado en 1961.
LA CASA
La casa fue construida por orden de Maria Càndida Padró y Francesc de Papiol i Padró entre 1790 y 1801. Los terrenos sobre los que se edificó la casa eran un antiguo huerto propiedad de la familia ubicado en el extremo norte de la villa, y para tal fin se hizo un encargo formal al maestro de obras Joan Pau Petxamé. El inmueble constaría de planta baja, entresuelo, planta principal y dos pisos superiores de menor altura a fin de albergar múltiples cuartos, tanto para el resto de miembros de la familia como para el servicio. Con la construcción de este imponente edificio, la familia sabía que aseguraba el futuro de su imagen y que la arquitectura perduraría más allá de las personas que la habitasen. La ubicación era muy céntrica, en plena calle Major de la localidad, una de las arterias principales del tejido urbano, muy cerca de la parroquia de San Antonio y el antiguo ayuntamiento (hoy en dia desaparecido, en la actual plaza Pau Casals).
LA FACHADA
La fachada principal, restaurada tras la adquisición de la casa por parte de la Diputación de Barcelona, es una muestra de los ejemplos de arquitectura pintada, muy del gusto neoclásico, con pilares estriados y capiteles compuestos pintados directamente sobre el fondo blanco de la pared. Los balcones están revestidos con baldosas de vela en blanco y verde, típica cerámica ornamental catalana de aquella época.
Sobre la puerta principal de acceso –la de mayores dimensiones- se aprecia el escudo heráldico esculpido en piedra, que identificaba a los propietarios de la casa. Se trata de un escudo cuarteado con las armas de las distintas ramas familiares que confluyeron en el mismo linaje: los Padró (con un león y una pilastra), los Catà (con un can), los Martí (con el mar y un pez), los Argullol (con una representación vegetal) y el blasón de los Papiol (con una banda horizontal).
Los espacios
LA PLANTA NOBLE
Es la parte más suntuosa de la casa y residencia principal de la familia Papiol, y sus salas se caracterizan por un amplio despliegue del refinado gusto ochocentista. Los muebles, los complementos, la decoración de las paredes con grisallas y todos los tejidos configuran unos escenarios irrepetibles. Se trata de uno de los pocos ejemplos que se conservan en Cataluña con tanto lujo de detalles, y con gran parte de su distribución y espacios originales preservados.
Entre las estancias más interesantes destacan la sala de música, la de juego y, muy especialmente, el gran salón de baile, que es donde la familia recibía a los invitados. Era la parte más social de la vivienda y en ella se celebraban reuniones, tertulias literarias y veladas musicales en un momento en que la villa todavía no gozaba de espacios públicos de encuentro como pueden ser teatros o cafés. El circuito también transita por rincones más íntimos, como las alcobas privadas del señor de la casa o los baños y tocadores.
La casa dispone de una pequeña capilla privada, de estilo neoclásico y presidida por una urna con la reliquia de Santa Constanza, donde se oficiaban todo tipo de ceremonias religiosas familiares, hecho que denotaba la elevada posición social de los Papiol y su privilegiada relación con la iglesia. Finalmente, aislada en el entresuelo, se esconde una fabulosa biblioteca que a lo largo de diversas generaciones se ha ido nutriendo hasta reunir cerca de 6.000 volúmenes —datados entre los siglos XVI y XIX— y que contiene ejemplares únicos de temática religiosa, histórica y jurídica.
LAS ESTANCIAS DEL SERVICIO
Se trata de un conjunto de espacios dedicados a los diferentes usos del servicio. Hay que tener en cuenta que una casa de este nivel social podía llegar a tener, solo para el servicio doméstico, más de una treintena de personas que velaban por el bienestar de cada miembro de la familia y por la organización del día a día de la casa. El casal funcionaba como un pequeño ecosistema en un mundo todavía preindustrial en el que todo se cocinaba y almacenaba de manera tradicional.
La cocina, por razones prácticas, es la única estancia habitada por el servicio que se encuentra en la planta noble. El resto —horno de pan, cuarto del aceite y despensa— están en niveles inferiores, al igual que el único dormitorio del servicio que se conserva.
LA ZONA AGRARIA
Dentro de lo que se consideraba servicio, también se ha de tener en cuenta al campesinado. Como familia de terratenientes, los Papiol eran propietarios de un gran número de fincas esparcidas por el municipio de Vilanova y otras localidades de la provincia. Por tanto, el área rústica está vinculada con las tareas del campo propias de un tipo de vida totalmente dependiente de la tierra. El trabajo de las cosechas conecta directamente con el funcionamiento de la casa, de ahí la existencia de graneros, bodegas o establos.
EL JARDÍN
En la parte posterior de la residencia se encuentra uno de los pocos jardines que aún se conservan en el núcleo antiguo de Vilanova. Una pequeña isla de paz a cubierto de los muros, con una disposición muy característica del período romántico.
El soportal, pintado de un color pastel suave, guarece de la lluvia algunos carruajes de caballos de tipo tradicional como la tartana o el charrete, así como las bicicletas antiguas, unos velocípedos metálicos con grandes ruedas.
La parte central está presidida por un conjunto escultórico realizado en piedra y mármol de Carrara, formado por un Hércules y dos plafones con bajorrelieves de temática clásica –el dios Baco y una escena de Eneas huyendo de Troya.
LA FAMILIA PAPIOL
EL LINAJE DE LOS PAPIOL
El linaje de los Papiol no era originario de Vilanova i la Geltrú. Los primeros rastros documentales de la familia se hallan en la vecina villa del Arboç (Baix Penedès).
Se instalaron en la ciudad de Vilanova a mediados del siglo XVII, y su poder fue en aumento hasta llegar a ser una de las familias más influyentes de la sociedad de la época, tal como demuestra la construcción de un casal de estas dimensiones. Levantar una mansión de cinco plantas en plena calle Major era una empresa que pocas familias podían permitirse. A lo largo del tiempo, los Papiol habían ido acumulando muchas tierras, adquiridas en parte por compra, y en parte por los sucesivos matrimonios de los hermanos.
RELEVANCIA DE LA FAMILIA PAPIOL
Para entender la gran importancia de la familia antes de que la Casa Papiol fuese una realidad, solo hace falta explicar su papel como fundadores y protectores del convento de los capuchinos. El matrimonio formado por Joan de Papiol y Maria Raventós fue el mentor de esta orden que llegó al municipio en el 1644. El convento, situado en los alrededores de la actual plaza del ayuntamiento, desapareció tras la desamortización a mediados del siglo XIX, pero ha quedado como testimonio el nombre de la calle Caputxins, una de las principales arterias comerciales del actual centro peatonal. Otro dato que nos indica la progresión gradual de la familia es el nombramiento de Joan de Papiol i Raventós —nieto del anterior Joan— como alcalde de la ciudad; él fue también una de las autoridades encarceladas por las tropas felipistas durante los días de la Guerra de Sucesión.
Su hijo, Lluís de Papiol i Balaguer, vivió completamente dedicado a sus fundos, los cuales aumentaron, entre otras propiedades, con la antigua baronía de Jafra aportada por su esposa Maria Àngels Martí i Catà. Gracias a la adquisición de este territorio, el siguiente heredero, llamado también Lluís, recibió de Carlos III el privilegio de obtener el título de caballero y de poseer escudo heráldico. Este título nobiliario, la baronía de Jafra, lo situaba en el vértice más alto de la pirámide social. Sería finalmente el hijo de éste último Lluís, Francesc de Papiol i Padró (1750-1817), quien encargue la construcción de una vivienda nueva para la numerosa familia. A su muerte sin descendencia, la propiedad de la casa y la herencia familiar pasaría a sus hermanas, casadas con los Rubinat primero, y los Torrents después.